A Raquel, por no ponerme entre los VIP
- E.T.
- 21 ene
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 25 feb

Raquel es una persona para la que nunca fui nadie importante.
Hace muchos años yo empezaba en la gran Telefónica mis pasos profesionales. Viví una época surrealista, privilegiada, excitante y maravillosa. Mi vida transcurría entre eventos, campeonatos mundiales... gente famosa y grandes proyectos… con menos de 30 años todo aquello podría haberme despistado bastante en la vida.
Pero de lunes a jueves la vida transcurría en una oficina. Una oficina con todos los tópicos de una oficina de una gran empresa española de los años 2000. Convivíamos gente joven, que nos creíamos las fantasías corporativas, con gente cansada y enfadada con el mundo que simplemente contaba los días o los años. Despachos, oficinas, fotocopiadoras, secretarias…
Raquel, era una trabajadora de Telefónica de toda la vida y en esta etapa le tocó ser la secretaria de un mediocre. Abulense, recia, serena, imperturbable… amurallada como su Avila natal. Con unas maravillosas respuestas lacónicas, rotundas y geniales. Esa gente que tanto me gusta, la que no necesita que le des la razón porque nunca les falta.
A ella básicamente le importaba exactamente un carajo tanto glamour y tanta gente conocida, la fórmula 1 o el Cirque du Soleil… En sus 8 horas laborables nos veía desde su parsimonia y sus horarios de convenio correr de un lado para el otro con nervios, presentaciones, entradas a conciertos, reservas de hoteles de lujo y helicópteros...
Pero entre tanta tontería con los meses fuimos construyendo algo parecido a una complicidad. Como mínimo me gusta pensar que a algunos de nosotros no nos consideraba tan memos como podría parecer entre tanta farándula.
20 años más tarde un grupo de whatsapp nos convocó de nuevo. Una de esas convocatorias que generalmente acaban canceladas. Por pereza, por incomodidad. Pero no ocurrió, siguió adelante y nos encontramos.
Mi primera alegría fue que Raquel se prestara a un encuentro así. Que le hiciera ilusión verme, vernos, y recordar viejos tiempos. Al fin y al cabo, no éramos más que unos jovencitos profesionales atolondrados con los que convivió un par de años…
Mi primer abrazo fue a ella. Porque a los otros ya los había visto no hacia tanto. Quise darle durante toda la noche muestras de afecto, quise saber más de su vida con verdadero interés. Todo cuanto pensaba de ella seguía intacto, como su impasividad y su certeza.
Reconozco que su aprobación me hizo especial ilusión. Ella era la secretaria de uno de mis jefes y una compañera. Pero a estas edades uno ya no hace las cosas ni por compromiso ni por interés….
El paso del tiempo lo limpia y simplifica todo. No hay como dejar las cosas reposar para entenderlas. Paradójicamente, la distancia hace que todo se vea más nítido. Y ante una convocatoria tan fácilmente evitable ella prefirió vernos. me hizo sentir alegría y orgullo.
Y quiero explicar esto bien….
La opinión de gente como Raquel siempre ha sido importante en mi vida. Mucho mas que la de otros. Por mi trabajo he convivido con circunstancias que generan categorías, rangos, estatus y capas que acaban por no tocarse. He visto a amigos convertirse en perfectos imbéciles por su trabajo y su proyección. Gente que pierde de vista el suelo.
La gente normal y sencilla , al de verdad, siempre tiene una visión realista. Y tener o no su aprecio me confirma si soy o no un perfecto imbécil o si sigo siendo como quiero ser. Siempre busco la aprobación de quien verdaderamente toca el suelo y no de quien aspira al cielo.
Gracias Raquel por venir. Por querer venir. Por seguir siendo Raquel. Devolverme la fe en las relaciones auténticas, las que duran años sin erosionarse. Por no ponerme en la lista de los imbéciles. Por tener tanta razón en todo. Por considerarme importante sin ser alguien importante.
Comentarios