A Quique y Fernando, el verdadero núcleo duro.
- E.T.
- 5 feb
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Actualizado: 8 may
DE: ENRIQUE TELLECHEA
PARA: ENRIQUE GONZALEZ Y FERNANDO SÁIZ

Pensaba en un agradecimiento a cada uno por separado, pero pronto entendí que no tenía sentido si no estaban juntos.
Fer y Quique son una especie de relación indivisible para mí. Ambos vienen de aquella misma época y desde aquella juventud profesional tan especial.
En aquellos años todos éramos muy amigos de todos. Yo trabajaba en una agencia de comunicación y ejercía de jefe de prensa en un equipo de carreras de coches en un campeonato que salía en televisión y que movía bastante dinero y parafernalia. Por trabajo coincidíamos casi cada semana en eventos, presentaciones, carreras, viajes.
Había periodistas, algún famoso, coches de alta gama, azafatas, hoteles y cenas pagadas. Era fácil exaltarse y creerse importante, ser entusiasta con todo y sentir que estabas en el ombligo del mundo. Pero yo nunca perdí de vista que la mayoría solo eran en realidad amigos circunstanciales.
Afortunadamente algunos pocos creamos otra conexión. Hay afinidades que no se explican, solo ocurren. Yo era en realidad un recién llegado a aquel circo. De hecho, era mi primer trabajo serio y me tocaba integrarme en un grupo de personas, periodistas y profesionales resabiados que llevaban años de amistad y confidencias y que se hacían llamar a sí mismos “el núcleo duro”.
Mis conocimientos técnicos, y en realidad de la vida, eran prácticamente nulos lo cual me dejaba fuera de cualquier conversación y me hacía sentir perfectamente inútil.
Quique era uno de esos periodistas importantes, pero me dio siempre entrada. Me saludaba antes que yo a él, e hizo varios gestos y maniobras que me ayudaron en más de una ocasión. Y así fuimos sumando fines de semana, encuentros y por fin llegar a congeniar. Pasaron los años y compartimos vivencias, urbanización, cenas con mujeres, viajes… hemos ido ganando kilos, canas y kilómetros y aquí seguimos queriendo pasar más tiempo juntos del que pasamos.
Quique habla alto, es abundante, intenso, divertido. No conoce la quietud, se bebe el aburrimiento sin contemplaciones, y debe más puntos del carnet que la Pantoja a Hacienda. Pero entre todos su excesos siempre hay sitio para una frase cariñosa y un abrazo sincero.
Ávila no sería la misma sin él. No se entendería. Conocí a muchos de sus amigos y su verdadera vida. Y me hace sentir querido. He disfrutado de la gente así siempre. Gente abierta, natural, de provincia. Mucho más genuina que todos los que nos hemos criado en el ecosistema madrileño. Quique tiene a su lado a la increíble Marga que debiera tener su capítulo propio. Aunque por separado no se si funcionarían. Ella es la mujer tranquila, la parsimonia, la maravillosa lucidez, el cimiento. Periodista relevante también, y genial desde su prudencia. Contenida pero contundente cuando toca. Mas de Ávila que él aun, y por la que siento predilección total.
Fernando, Fer, llegaba también a aquel mundo. Llegaba con más pedigree que yo porque en su tarjeta había un logo conocido. No como el mío. Pero nos unía la necesidad y la dificultad de encajar en un entorno nuevo.
El jugaba con ventaja doble. Por un lado, tenía apellido corporativo, medios e influencia. Pero por otro porque su maravillosa simpatía, gracia, talento y naturaleza le convirtieron en alguien con quien cualquiera quería estar. Una persona con la que se disfrutaba cada frase. El ingenio más ágil, divertido que he conocido nunca. Era como convivir con un monologuista. Pero a la vez con su rol y profesionalidad intacta siempre.
Recuerdo domingos por la tarde tras las carreras, en salas de prensa vacías donde ya solo quedábamos él y yo enviando nuestros respectivos comunicados . Mirándonos de reojo, porque éramos de equipos rivales, pero a la vez disfrutando de una complicidad maravillosa que aun añoro. Solo estábamos él y yo. Y yo me sentía parte de una industria. Yo era David, pero Goliat era un tipo maravilloso.
Los años se me fueron llenado de aventuras, viajes, situaciones, anécdotas y siempre con Fer cerca. Llegamos a ser rivales en un proceso de selección, pero ni eso nos enemistó, porque llevábamos años siendo amigos rivales.
Con los años, el logo de su tarjeta fue cambiando, fue coleccionando los mejores logos de la industria. Por méritos propios y por un prestigio ganado a pulso. Y yo acabé haciéndome una carrera en otros sectores y reinventándome. Pero él siempre me ayudó. O con un abrazo o prestándome un coche durante meses cuando tuve un problema.
Y como con Quique, Fer acabó siendo Fer y Mabel, otra mujer necesaria, imprescindible, tranquila y cabal que apacigua al vividor. La mujer de puertas a dentro, el descanso del guerrero de las relaciones públicas. Una calma sonriente que dice la verdad sencilla que todos necesitamos oir.
Es una conjunción de personas maravillosas. Nos convertimos en una verdadera familia cuando nos juntamos con Fer y Quique, Marga y Mabel. Contamos los días para que nos volvamos a juntar.
Y cuando eso ocurre y estoy con ellos dos, yo me siento como ese amigo callado que siempre va detrás cuando Faemino y Cansado van de copas. Y que es en realidad el que más disfruta. Cuando estoy con ellos, yo me hago pequeño y disfruto los momentos. Rio a carcajadas y nunca quiero que se acabe el día.
Ahora décadas más tarde, el cariño y la nostalgia nos siguen juntando a veces para recordar las mismas anécdotas. Yo repito todos los chascarrillos de Quique desde hace 30 años y espero la siguiente genialidad de Fer.
A las amistades de toda un vida se les va dando manos de pintura del mismo color y siguen como nuevas. Exactamente como eran. Ahora la vida, nuestros hijos, los políticos o la comida nos dan más temas de qué hablar, pero yo sigo disfrutando porque me siento afortunado de haber acumulado tantas historias juntos.
Gracias Quique. Por tanto, por darme entrada, por enseñarme tú Ávila querida y por tu energía contagiosa.
Gracias Fer, por tantos favores y tantas risas. Por esa complicidad y amistosa rivalidad que tanto nos ha unido.
Y gracias a los dos porque el día de nochevieja sólo hago/recibo vuestras dos llamadas. Año tras año, haciendo que esa noche tenga un valor especial que nos recuerda que ahora el verdadero núcleo duro somos nosotros 3.
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