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A Amelia, por una cena cualquiera en un restaurante.


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Su forma de ser no se puede explicar. Amelia es solo Amelia.

Intentar explicarla es como intentar explicar algo que solo se explica por sí mismo. Encontrar referentes o parecidos es imposible. Igual que una rosa solo huele a rosa, un garbanzo solo sabe a garbanzo; o John Malcovich solo se parece a John Malcovich.

 

Amelia es todo energía positiva, rotundidad castellana, cariño y naturalidad. Y la entrega con ese acento que llena la habitación. Ese final de palabra que se alarga como una goma. El acento de Zamora no es famoso, pero cuando la identificas se vuelve droga para los oídos.

 

Amelia fue Foodie por un tiempo, también pintora, y últimamente restauradora de muebles. Y todo lo hace con ganas y con buen gusto.  Pero aparte de su simpatía, aparte de lo fácil que es estar con ella siempre… Amelia  me ha enseñado que algunas personas, son invulnerables. Esa es la palabra.

 

Nos tuvo muy preocupados una buena temporada. Pero incluso en la adversidad mantuvo intacta su esencia.  A pesar de sufrir verdaderos estragos físicos por una enfermedad, no se ocultó ni un segundo. No dejó de hacer bromas sobre si misma y no dejó que la debilidad o la preocupación la condujeran.

 

Recuerdo una noche en la que me sentí profundamente orgulloso de estar con ella en un restaurante. Aquel día aprecié y admiré aún su naturalidad. Y me dio una lección de vida. En aquel momento aun no sabíamos dónde acabaría su enfermedad y no pasaba desapercibida para nadie. Pero fue una noche más de cotilleos, charlas, risas... una noche cualquiera más. Y el elefante que había en la sala se aburrió y se fue, porque simplemente no se hablaba de él.

 

Todos conocemos ejemplos de personas luchadoras, que se imponen a la adversidad con esfuerzo y coraje. Y en muchos casos es porque son ellos mismos quienes se han encargado de que conociéramos su historia.  Pero en el caso de Amelía yo casi diría que ni siquiera fue una lucha, simplemente estaba por encima de todo eso. Nada de postureo, nada de compartir miserias, o acaparar el mínimo protagonismo, todo lo contrario. La naturalidad es la virtud que más falta hace hoy en día. Seguía haciendo vida normal, criticando si un vino no era bueno, buscando muebles para arreglar en contendores o ideando recetas.

 

Algunas personas aprenden, crecen y comparten la adversidad. Otras son tan auténticas que ni reparan en ello. Entienden que los avatares de la vida son como tareas incómodas que hay que ir resolviendo y olvidando. Porque es mucho más interesante todo lo demás. Y no hay más. En 25 años no recuerdo haber visto a Amelia enfadada, ni abatida. Y si pienso en ella solo veo la imagen de alguien que me encanta, siempre positiva, simpática y entrañable.

 

Gracias Amelia. Porque a parte del enorme cariño que te tengo, sin pretenderlo lo más mínimo, eres un verdadero ejemplo. No hay muchas personas como tú, tu naturalidad ante todo y ante todos me produce verdadera envidia. Aquella noche, aquel restaurante, ni lo recordarás, porque para ti no fue importante, pero desde ese día pienso que ojalá más gente fuera como tú.

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