A Pablito, una relación un poco marciana
- E.T.
- 31 ene
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 feb

No es mi ahijado, pero no nos engañemos, todos sabemos que debería haberlo sido. Los compromisos familiares provocan a veces situaciones forzadas y truncan otras que estaban condenadas a ocurrir.
Por suerte, a la segunda sus padres me dieron el honor de ser padrino de Gonzalo al que quiero igualmente, pero que simplemente llegó después, cuando yo ya había creado un vínculo con su hermano mayor.
De Pablito grabé en video aquellos primeros gestos raros que hacía con apenas un año.
Hará ahora unos 20 años que un verano en Nerja, un día de aburrimiento o playa, yo estaba jugando con él y nos inventamos una forma de saludarnos. Un ocurrencia. Consistía en imaginar cómo se saludarían entre si los marcianos.
El saludo final resultó ser algo bastante ridículo de hacer y de ver. Se hace con las dos manos bien abiertas en las sienes y un intercambio de golpes en el pecho. Muy Absurdo, muy marciano. Pero tratándose de un señor jugando con un niño, supongo que pasaría desapercibido.
Ocurre que hoy él tiene 25 años y yo 54 y lo seguimos haciendo cuando nos encontramos. En cualquier lugar y en cualquier situación. Siempre. Y a los dos se nos olvida la ridiculez del momento.
Hoy ya no es un saludo marciano. Es complicidad. Es costumbre, y un gesto que para mi es muy especial. Es haber construido con un - no ahijado- una relación de años. Ha pasado su niñez, su adolescencia, su Juventud… y la tontería persiste. Si fuéramos amercianos quizás el saludo fuera algo cool y con flow, y daría menos vergüenza, pero estábamos en Nerja.
Yo prometí que le saludaría así hasta el día que se case para evitarle el mal trago a partir de una edad. El no sabe que en realidad será así hasta que yo me muera, pero ya negociaré la prorroga en su momento.
Empezó con aquel saludo y con los años hemos mantenido una relación curiosa a la que se han ido incorporando mi mujer y últimamente también Gonzalo ( mi ahijado oficial). Pero el saludo marciano es solo cosa nuestra.
Hoy es él quien nos sigue llamando. Viene a casa a comer con nosotros, a pasar el rato, para contarnos cosas. Simplemente porque le apetece. Aunque las hamburguesas que prepara mi mujer cuando vienen también ayudan.
Y así vamos recorriendo etapas y pasando los años… con una relación atípica, que va en paralelo a la que también mantenemos entre padres.. Y que a mí me encanta, porque es espontánea y verdadera.
Gracias Pablito por considerarnos, por llamarnos, por querer vernos de vez en cuando. Por hacernos sentir como unos no-tios enrollados. Y a mí por hacerme sentir como un no-padrino muy querido. Gracias Marciano.
Comentarios