A Fer, mi hermano
- MIL GRACIAS
- 12 mar
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Actualizado: 8 may

No es sencillo escribir un texto así para un hermano. Hablarle a un hermano es como hablarse a uno mismo, mirarse al espejo y decirse cosas. Produce una especie de vergüenza. Porque no hay escondite posible, no hay disfraz o distancia en la que sentirse menos expuesto.
Mi hermano Fer es una criatura particular. Difícilmente clasificable. Cualquiera convendrá que es especial, bueno, cariñoso y entrañable. Pero es también alguien complejo porque tiene una visión muy particular de las relaciones emocionales y de amistad.
Tiene una idea de la amistad que va más allá del cariño o la cercanía. Entiende a los amigos como una dedicación, personas con quien crear conexiones únicas. Y en muchos sentidos me representa. Entiende que cuando un amigo te pide algo hay que dejar todo lo demás y dar lo mejor de ti mismo para no fallarle. Incluso mucho mas de lo que la otra persona espera. Incluso sorprenderle con su generosidad e ingenio. Son tantos ejemplos los que me vienen a la cabeza…
A medida que los hermanos fuimos llegando a los 40, nos regaló un libro de dibujos. Un album de recuerdos, imágenes mentales y los detalles que recordaba con cada uno de nosotros. Un libro de papel artesanal y dibujado a plumilla con ese estilo tan reconocible suyo. Con unos trazos sencillos pero certeros, cargados de dinamita emocional, detalles mínimos que lo significan todo.
Más allá de la belleza del libro está la emoción que encerraba cada página. El abrazo que cada uno sentimos al verlo. Algo que oficializaba que teníamos esa conexión y que él quería hacerla visible. Y cumplir 40 años era la excusa para poder expresarse y regalarte su sensibilidad.
Somos de naturaleza vasca. Crecimos pensando que mostrar afectos nos volvía cursis. Y mi hermano siempre se ha contenido para sacar lo que sentía dentro sin llegar a incomodar al otro.
Últimamente la vida le ha pegado fuerte. Muy fuerte. Injusta y exageradamente duro. Un cúmulo calamidades difícil de creer. Y las personas sensibles digieren mal el infortunio.
De alguna manera lo perdimos cuando se fue a vivir a Barcelona. Construyó una familia y una vida distinta hace 30 años. Yo le ayudé a mudarse allí, y desde aquel momento ya tuve un hermano en la distancia. Tuvo una vida feliz, hogareña y seguramente más pequeña de la que podría haber tenido si el mundo hubiera conocido todo su talento como diseñador. Pero cuando a uno le ponen una mantita y un sofá es difícil resistirse y hacerse pequeño.
Pero ahora, con un nuevo lienzo en blanco por delante, solo espero que el mundo le devuelva todo el reconocimiento y cariño que él ha ido regalando.
Querido hermano, nunca es tarde, ojalá recuerdes quién eras antes de irte. Ojalá quede tiempo para que esos proyectos tan magistrales se hagan realidad. Ojalá esta nueva fase vital sea la que más te llene. Y te llene a ti y solo a ti.
Gracias por aquel libro maravilloso que cuenta nuestra vida pero que sobre todo te describe a ti.
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