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A Cristi, la eterna sufridora...

  • Foto del escritor: E.T.
    E.T.
  • 18 ene
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 25 feb


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Son más de 40 años de cariño fraternal. Desde los 16 años siempre pensé que Cristi tenía una vida curtida en un entorno familiar que yo no entendía. En su casa pasaban cosas muy duras y conflictivas que yo no conseguía entender. Un entorno duro por convicciones antiguas, creencias provinciales y de campo. La personalidad de Cristi estaba atormentada por unos padres que la juzgaban mal y que no supieron entender que el mundo era mucho mas grande que sus respectivos pueblos.

 

Cristi es esa persona que no acepta regalos. Porque nadie tiene por qué gastarte un euro en ella. Que lucha cada día como si tuviera que equipararse a su abuela por sacar adelante a una familia difícil en la posguerra. Que se castiga porque eso le hace sentir que merece todo lo que tiene. Que no entiende la vida sin luchar.

 

Vivió muchos años atormentada por el infinito amor que sentía hacia su padre del que nunca obtuvo el suficiente reconocimiento. Y una madre de la que tenía poco que aprender. Su padre era un músico de prestigio, un catedrático de la teoría músical, pero un cafre como padre. El muy tirano se llevó consigo su silencios y sus muestras de cariño quizá creyendo que así haría más fuertes a los suyos. Era un tipo tosco y curtido en esa España profunda que creía que mostrar sus sentimientos le hacía más débil.


Pero a través de su música era capaz de inspirar y evocar todas las emociones que su educación no le dejaban expresar.  Y mientras, a solas, Cristi lloraba, y seguramente aún llora, al escuchar alguna grabación en la que participaba su padre.  Reconociendo un timbre, un tono o matiz inconfundible para ella y sintiendo el precioso dolor que solo la música puede generar.

 

Así de dura se hizo Cristi. Pero ella siempre fue una superviviente. Desde que pudo hacerlo ha vivido y trabajado lejos de su familia. Vivió un tiempo en Miami, trabajó en una veterinaria, se casó con un holandés, y ahora tiene una huerta en Valencia y una hija a la que ha intentado inculcar el lenguaje de la música para que sepa expresarse. Una hija a la que cada día demuestra sin escatimar gestos ni palabras lo mucho que la quiere para que nunca sienta ninguna carencia emocional.

 

Cristi vive ahora una vida dura pero auténtica. Sin regalos ni comodidades. Luchando cada euro para pagar las clases de piano de su hija o la proxima calamidad que le llegue. Porque quiere tener sus sentimientos ordenados sin recibir ni deber nada a nadie.


Uno de mis grandes anhelos en esta vida sería darle paz a Cristi. Paz interior. Derribar sus defensas y devolverle todo lo que me enseña con su determinación. Paz interior para que entienda que merece una vida mejor y merece todo lo bueno que pueda pasarle. Que efectivamente no le debe nada a nadie, pero que debería aceptar el afecto sincero que genera en las personas.

 

Gracias Cristi por 40 años de carácter y principios ferreos. Por tu generosidad. Por esta eterna preocupación que me generas porque en el fondo me hace sentir que sigo siendo importante para ti. Por hacer que tu hija toque el piano, por reconciliarte con algunos de tus fantasmas. Gracias por cuidar de nuestra perra cuando nos fuimos a vivir fuera, gracias por quererme durante 40 años.

 

Editado: una vez mas, la vida pasa y añade capítulos a estos textos. En los últimos años una nueva calamidad ha azotado a Cristi. Cargándola de razones para pensar que la vida, su vida, es una constante lucha en la que no puede bajar los brazos ni un instante. Sin entrar en detalles, su único hermano ha terminado por ser el mayor hijo de perra que yo haya conocido nunca. Alguien que merece sentir todo el dolor que ha provocado. Y en esta situación yo he ocupado el rol de hermano en la vida de Cristi en algunos momentos. Me alegro de serlo y de sentirme así porque al menos puedo hacerle sentir querida por alguien. A pesar de su obstinación y cerrazón emocional, ella es una persona buena que tuvo la nefasta suerte de nacer en el seno de una familia fallida. Yo sigo pensando que es un ejemplo a su manera. Y sigo queriendo que tenga paz.

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